CODA (2021) El imperio de la asertividad

Por Raciel D. Martínez Gómez

Detrás de CODA (2021), filme dirigido por Sian Heder, se proyecta un ancho y largo contexto histórico en deuda directa con la comedia francesa contemporánea, género ya tan amo del escenario mundial al hallar inteligente equilibrio entre la visibilización de minorías y la concesión estética a gustos populares -por lo digerible y liviano de su modo.

CODA y el Academy Award “Oscar”

La insólita ganadora del Oscar a Mejor Película es un remake de La familia Belier (2014), de Eric Lartigau, comedia nominada hace ocho años para los premios César en Francia. Se basa en una fórmula genérica que ha dado frutos al combinar tópicos: el dramedia, narrativa muy de nuestra época de la impaciencia en donde se tiende a expresar propósitos enaltecedores y mensajes cotidianos en breve tiempo y con una didáctica asertiva de buen humor.

El refrito de CODA no representa novedad alguna porque hasta semeja burda clonación. En ciertos ejemplos de la comedia francesa, como Tres hombres y un bebé (1987) de Leonard Nimoy o Los tres fugitivos (1989) de Francis Veber, el remake se vuelve una versión propia con sus matices particulares, pero no en el caso de Heder -para revisar este universo de entropía y recreación de los géneros, recomendamos el ensayo “La era neobarroca” de Omar Calabrese.

El recurso del Remake en Hollywood

Es posible que dicha proclividad del cine de Hollywood a recurrir al remake de películas francesas de comprobado éxito, estaría evidenciando la pobreza de guiones en la industria de Estados Unidos. Aún así, descartamos la tabla rasa; más bien, lo que estaría revelando es un rasgo macro del hecho fílmico que conceptualizó Christian Metz: el carácter conservador sistémico que prefiere mantener su estatus con aparentes variantes para no arriesgar ni un céntimo.

Ahora bien, la comedia francesa se inserta en la dinámica de los géneros que han cumplido, sobre todo en la era de la globalización, una función clave para eliminar la otredad que permanecía en la ladera. Acercaron a los outsiders recluidos en el pánico y asco de imaginarios colectivos, dieron protagonismo a personajes secundarios que apenas se asomaban a través de estereotipos (algo que aportó la habilidad de Roma (2018) de Alfonso Cuarón).

Naturalizaron a su vez la presencia de sujetos sociales que, desde diversos géneros -a veces híbridos, tipo dramedia-, reivindicaron derechos sexuales como el cine indie de la británica Andrea Arnold o las provocaciones del canadiense Xavier Dolan, y resarcieron oprobios históricos llenos de racismo, como todo lo que hace Spike Lee en EU.

Este tipo de cine muchas veces llamado independiente, sobrevivió al margen de los circuitos comerciales, presentando historias en festivales como el de Sundance, especializado en abordar la disfuncionalidad del sueño americano.

El paisaje de tópicos puso lo marginal en el centro a través de narrativas que persuaden con una parafernalia kitsch de vuelcos efectistas. De tal forma, la periferia adquiere posición con los géneros. Inclusive, se incubó toda una retórica de realismo progresista donde los géneros se erigen en una suerte de panóptico.

La comedia francesa encontró la onza para mantener el garbo elegante del naturalismo de la Nouvelle vague -con Éric Rohmer y sus cuentos morales, comedias y proverbios-, filtrar problemáticas actuales en París, mosaico de diásporas y entorno de choque de civilizaciones, y además convertirse en triunfo de taquilla con la ligereza de la comunicación masiva que funda clichés con ahorro descriptivo.

CODA vs France

La densidad de sus argumentos tiene pizca de genio: un touch de finura que es cambiado por la burda escatología hollywoodense; sin embargo, no pecan de presuntuosos con su liberalismo intelectual, como sí en cambio se localiza soberbia en ese otro extremo donde se ubica la cinematografía francesa con Virginie Despentes en Viólame (1998), Gaspar Noé con Irreversible (2002) y la polémica Titane (2021) de Julia Ducournau, o el cine de Leos Carax con Los amantes del Pont Neuf (1991) y Annette (2021), relamidos paseos por la mente.

Hallan sitio ideal dentro de la corrección política donde las minorías se han empoderado, como serían las culturas migrantes en la comedia francesa tipo Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (2014) de Philippe de Chauvron y Amigos (2011) de Olivier Nakache y Eric Toledano.

Decíamos que Hollywood produjo una serie de remakes buscando una receta que allanara su exigüidad de libretos. El traslado arrojó algunos resultados nefastos para los originales, a los que se le modificaron elementos subversivos para acomodarlos en una versión cepillada de líos.

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La puerilidad domina en los remakes estadounidenses. Se inclina en la reducción del sarcasmo francés a chistes más sencillos y asépticos considerando al público -quizás eso pensó Sian Heder con la mofa del padre sordo flatulento y el maestro de música haciéndose el gracioso en los ejercicios de solfeo imitando a un perrito.

De ahí lo fútil de CODA que, aunque nace de este nicho del dramedia, sea una tibia muestra de la visibilización de minorías ya montado en una plataforma de Apple TV -no obstante, recordemos, estuvo en Sundance.

CODA es un extremo de los remakes más recientes. De su relato matriz varía solo el oficio de la familia —allá lecheros, acá pescadores-, parece prácticamente un apógrafo de Lartigau. Acaso desmesurado respeto o laxitud creativa. Porque vemos de La familia Belier todos los momentos emocionales en facsímil y sólo cambian lenguaje y canciones.

Añade la directora de la cinta detalles ínfimos a personajes -qué sería de Psicosis (1998) de Gus Van Sant, que plano por plano rindió homenaje en color a Alfred Hitchcock. El casting es cabalmente un espejo: Heder consiguió perfiles equivalentes de padres, atmósfera escolar gemela y hasta los puntos de vista de la cámara son similares.

En fin, prevaleció en la Academia el imperio de la asertividad donde lo diferente se asimila de forma descafeinada. Esa es la médula de un género bífido que lleva por lo menos dos décadas: dramedia, aleccionando, divirtiendo y otorgando valor simbólico excedente a minorías.

Grandes directores como Cédric Klapisch, Patrice Leconte, Bertrand Travernier o Jean-Pierre Jeunet se han sometido a la corrección política para retratar a minorías, pero sin duda dejan un sello de autor del que carece completamente CODA.

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